En
el teatro y en las artes escénicas, tal y como sucede en muchas otras
disciplinas las chicas son aquí más que “guerreras” y así lo viene demostrando la Asociación de Mujeres
de las Artes Escénicas de Madrid (AMAEM) Marías Guerreras. Entorno a ella
desde hace más de seis años se reúnen más de treinta mujeres que trabajan en
los campos del teatro, la danza y la música escénica en la Comunidad de Madrid y
que a través de un proyecto que responde a una realidad social y cultural
tratan de "conseguir hacer más
papeles protagonistas y reconvertir ciertos posicionamientos impuestos por el
orden patriarcal" tal
y como ha comentado en alguna ocasión Nieves Mateo
presidenta del colectivo.
Las Marías Guerreras son
mujeres multidisplinares, como lo fue la ilutre dama del teatro María Guerrero,
de ahí que sea su nombre el que las represente, y aunque el teatro es algo que
está más presente también es cierto están abiertas a otras disciplinas
escénicas, como la danza y es que ellas tratan de enfocar la posición de la
mujer desde todos los puntos de vista posibles. Son además Marías siguiendo el mito Mariano pero ellas
son pacíficas, ya que paradójicamente su propuesta de “guerra” no es ni más –ni
menos- que “la construcción de nuevos escenarios en el país y la creación de
nuevos puntos de vista sobre donde están las mujeres y qué personajes nos
gustaría defender".
Detrás de sus orígenes como asociación se encuentran las mismas preguntas que
mueven a la mayoría de los colectivos de mujeres. Tal y como ha escrito Itziar Pascual,
dramaturga que integra también Marías Guerreras, “el
escenario es no sólo el territorio de la praxis posible, es también el lugar donde evidenciar
desigualdades, desde el que lanzar preguntas”. Las de ellas son preguntas que implican el cuestionamiento del lugar
que ocupan las mujeres en el arte y en el mundo. Preguntas que significan
trascender el ámbito de sus trayectorias individuales como actrices,
dramaturgas, directoras, docentes, escenógrafas, compositoras, ensayistas o
técnicas, para abrirse a las otras, para encontrar un territorio de acción y de
debate común.
Las socias financian con
sus cuotas el trabajo de estas “guerreras”, también obtienen beneficios de sus
espectáculos y proyectos y en ocasiones han contado con la colaboración de
instituciones como la Casa de América que les ha
cedido espacio, del Instituto de la
Mujer junto a la Fundación Autor que ha editado el libro del I Ciclo de las Marías Guerreras o del Ayuntamiento de Madrid para un taller de
investigación acerca de la superación de los estereotipos de la mujer a través
del teatro.
De la
andadura de las Marías Guerreras dan cuenta las Actas de los Encuentros del
Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, los numerosos artículos, crónicas y
críticas que han sido publicados en diversos medios, los tres ciclos
multidisciplinares realizados en Casa de América y el ciclo presentado en la Sala Cuarta Pared, las
ediciones de tres volúmenes, que engloban algunos de los trabajos más
importantes: talleres, espectáculos, conferencias, performances, textos de piezas breves así como las creaciones que han
representado con éxito en los últimos años: Tras las tocas, He dejado mi
grito por ahí..., ¿lo habéis visto?, Todo irá bien, Varadas, En perseguirme mundo
¿qué interesas?, El día de la culpa y Lo que callan las madres.
Este mes
han estado llevando a escena el espectáculo No más lágrimas, este
proyecto es fruto de una de sus últimas asambleas guerreras, donde decidieron compartir
la producción teatral de la asociación con textos dramáticos de autoras “no
guerreras” con la idea de reforzar pensamientos y deseos comunes con las
mujeres de otras latitudes.
Con el dolor que les pesa por el maltrato hacia la mujer, iniciaron una
búsqueda de textos de autoras latinoamericanas que trataran el tema. Cada mujer
ha aportado un matiz, un ámbito, unas relaciones, una reclamación. La propuesta: un espectáculo
titulado genéricamente No más lágrimas, que está compuesto
por cinco piezas dramáticas breves de tres autoras latinoamericanas y dos
españolas, guerreras.
Así, en el espectáculo nos encontramos las siguientes piezas “Carta
a un maltratador” de Alicia Casado que vierte la
dureza de una vida de maltrato sobre la pareja y nos muestra el límite de la
venganza, “La casa chica” de la mexicana Sabina Berman o donde el suplicio del placer hiere con ironía por una
relación de dependencia sin cerebro y que es ácida y amarga como la
humillación. La
mexicana Luisa Josefina Hernández escribe “La
calle de la gran ocasión”
donde la demencia de solitaria frente al hombre asesino recrea Un encuentro
inquietante para la reflexión. Griselda Gambaro en “Si tengo
suerte” nos muestra el reto del
sarcasmo frente al dolor con dos mujeres en una apuesta por desvelar la debilidad
y la reincidencia. Finalmente
“A mi hija” de Eva Para describe el retrato de mujer furiosa, una reserva doliente del
amor ante la impudicia del maltrato social.
La puesta en escena, donde participan la
mayoría de las actrices guerreras, pretende poner de manifiesto los muy
diversos ambientes en los que podemos encontrar el rastro del desprecio, la
humillación y el dolor, resaltando la actitud de la mujer frente a este mal que
aún la acosa.
Con el
ánimo inquieto y una actitud resolutiva frente a la acción que daña nace la
propuesta de dirección de Eva Para, con ella quiere decirnos que lo privado ya
no lo es más en la forma de “tapar, esconder o sufrir en silencio” sino que
desborda su presión hacia lo público, haciéndonos a todos responsables de parar,
por un medio u otro, el horror de la violencia hacia la mujer.
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